El gobierno de Israel confirmó este lunes la aprovação de un novo plano para expandir vários assentamentos na Cisjordânia ocupada, medida que provocou uma onda imediata de condenações internacionais, reacendendo tensões diplomáticas em uma das regiões mais voláteis do mundo.

De acuerdo con un comunicado oficial del Ministerio de Vivienda y Construcción, se autorizará la construcción de más de 4.000 nuevas unidades habitacionales en distintos asentamientos, incluyendo los bloques de Ma’ale Adumim, Ariel y Gush Etzion. El primer ministro israelí defendió la medida alegando que “responde a la necesidad de ofrecer soluciones habitacionales a miles de familias israelíes” y reafirmó que “Jerusalén no cederá a presiones externas”.
El anuncio llega en un momento de fragilidad política interna, ya que el gobierno enfrenta críticas tanto por la situación económica como por la seguridad. Analistas señalan que la expansión de asentamientos suele ser utilizada por gobiernos israelíes como una estrategia para reforzar apoyo entre sectores nacionalistas.
La Autoridad Palestina rechazó de inmediato la decisión, calificándola de “provocación” y de un “golpe mortal” a las negociaciones de paz. El portavoz del presidente Mahmoud Abbas declaró que la expansión “viola flagrantemente el derecho internacional” y advirtió que Palestina recurrirá nuevamente a organismos internacionales para frenar la medida.
En ciudades como Ramala y Hebrón, cientos de palestinos salieron a las calles para protestar, ondeando banderas y entonando consignas contra la ocupación. Organizaciones de la sociedad civil palestina señalaron que la construcción de nuevos asentamientos amenaza con fragmentar aún más el territorio y dificultar la viabilidad de un futuro Estado palestino.
La comunidad internacional reaccionó con firmeza. La Unión Europea, a través de su Alto Representante para Asuntos Exteriores, emitió un comunicado en el que recordó que “los asentamientos son ilegales según el derecho internacional” y que la expansión “socava los esfuerzos hacia una solución de dos Estados”. Varios países europeos, como Francia, Alemania y España, convocaron a los embajadores israelíes para expresar su descontento.
En Washington, la Casa Blanca manifestó “profunda preocupación” y reiteró que las acciones unilaterales de Israel complican cualquier intento de reactivar el diálogo con los palestinos. Aunque Estados Unidos es tradicionalmente el aliado más cercano de Israel, en los últimos años ha expresado reservas respecto al crecimiento acelerado de los asentamientos.
Las Naciones Unidas, por su parte, recordaron que el Consejo de Seguridad ha aprobado resoluciones que condenan explícitamente la colonización de Cisjordania, e instaron a Israel a detener las construcciones. El secretario general declaró que “estas acciones ponen en riesgo la estabilidad regional en un momento ya marcado por múltiples crisis”.
El anuncio israelí también generó reacciones en países árabes vecinos. Jordania calificó la medida de “inadmisible”, mientras que Egipto advirtió que podría “encender una nueva ola de violencia” en la región. En Gaza, el movimiento Hamas aprovechó la noticia para acusar a la Autoridad Palestina de “inacción” y reforzar su llamado a la resistencia armada.
Expertos en Medio Oriente advierten que la decisión puede reactivar focos de violencia en Cisjordania. En los últimos meses, los enfrentamientos entre colonos israelíes y comunidades palestinas han aumentado, provocando víctimas de ambos lados. La expansión de asentamientos podría intensificar esta espiral de tensión.
Los asentamientos israelíes en Cisjordania constituyen uno de los puntos más espinosos del conflicto. Tras la guerra de 1967, Israel ocupó territorios palestinos, incluidos Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza. Desde entonces, ha promovido la instalación de comunidades judías en esos territorios, lo que ha sido reiteradamente rechazado por la comunidad internacional.
Actualmente, más de 700.000 colonos israelíes viven en Cisjordania y Jerusalén Este. Para los palestinos, estos asentamientos son un obstáculo directo a la creación de un Estado viable y contiguo, mientras que para muchos israelíes constituyen una expresión de seguridad y de derecho histórico sobre la “Tierra de Israel”.
Dentro de Israel, la decisión también divide a la opinión pública. Sectores de derecha celebraron el anuncio como un paso hacia la consolidación del control israelí sobre Cisjordania. “Estamos construyendo nuestro futuro y asegurando nuestra presencia en cada rincón de nuestra tierra”, declaró un líder del movimiento de colonos.
En contraste, organizaciones pacifistas israelíes y partidos de la oposición advirtieron que la medida profundiza el aislamiento internacional del país y aleja cualquier posibilidad de alcanzar un acuerdo de paz duradero. “Cada casa construida en un asentamiento es un ladrillo menos en el puente hacia la paz”, afirmó la ONG Paz Ahora.
La expansión de los asentamientos plantea un escenario complejo para los próximos meses. Las conversaciones indirectas impulsadas por mediadores internacionales, que buscaban reactivar algún tipo de proceso de paz, podrían quedar en suspenso. Además, la medida podría provocar un endurecimiento de las posturas palestinas y el aumento de la violencia en la región.
Algunos diplomáticos europeos han sugerido la posibilidad de sanciones económicas o restricciones comerciales contra productos provenientes de los asentamientos, aunque estas medidas enfrentan resistencias políticas dentro de la UE. Por su parte, Estados Unidos mantiene su influencia como actor clave, pero la cercanía de su propio ciclo electoral limita su margen de presión sobre Israel.
La decisión del gobierno israelí de expandir asentamientos en Cisjordania representa un nuevo obstáculo en un conflicto que lleva más de siete décadas sin solución. Mientras la comunidad internacional insiste en la necesidad de una solución negociada basada en la coexistencia de dos Estados, las acciones unilaterales parecen alejar cada vez más esa posibilidad.
En medio de la polarización, tanto israelíes como palestinos continúan atrapados en una dinámica de desconfianza, violencia y frustración. La expansión anunciada no solo profundiza la brecha entre ambas comunidades, sino que también coloca a Israel en el centro de una creciente presión diplomática global.